Propósitos de año nuevo o ¿ideales tortuosos?

    Comienza la época en la que parece que como “deber” hemos marcado en el calendario que es hora de hacer balance de nuestra vida o, al menos, de ese año de nuestra vida que acabamos de pasar. Diciembre, así, nos hace preguntarnos “¿He conseguido lo que me he propuesto?, ¿He sido mejor persona/amante/estudiante/profesional…?”

Y antes de poder contestarnos viene Enero con la lista interminable de propósitos de año nuevo: “¿Qué quiero conseguir este año?, ¿Qué quiero llegar a ser? “.  

       Esta época se ha convertido en un imperativo que reza que en Navidad hay que ser feliz y disfrutar de la familia. Pero esto puede resultar disonante para algunas personas. Lo mismo ocurre con esa lista de buenos propósitos que hay que cumplir. Es cierto que es bueno para el crecimiento personal y/o profesional querer desarrollarse más, aprender más… en definitiva seguir avanzando y estar satisfechos con uno mismo. Pero también puede darse el caso que una persona no necesite marcarse propósitos nuevos porque entiende que está bien como está. No hay una guía que marque qué es lo correcto, es la propia persona la que decide qué es lo que le hace sentirse bien o mal. 

 

      Cuando realizamos la lista de buenos propósitos es recomendable que se tenga claro qué es lo que se está intentando conseguir, es decir, el objetivo de dicho propósito. Y luego valorar cuáles son nuestras posibilidades de poder alcanzar ese objetivo. Muchas veces guiados por un “ideal” no se es conscientes de que existe la probabilidad de que no se consiga el objetivo porque no se ha definido de forma realista y acabaremos frustrándonos. Por lo tanto, ese propósito acaba convirtiéndose en un fracaso que repercutirá directamente en la forma en la que nos valoraremos.


Pero... ¿Qué es un ideal?

   La palabra ideal hace referencia a un estado de perfección absoluto donde se cree que si se alcanza conseguiremos estar plenos y, en consecuencia, no necesitaremos nada más. Y ese estado de perfección y plenitud absoluta no existe ¡Lo siento!. De ahí que sea inalcanzable. Se convierte, por tanto, en algo utópico con lo cual si no lo conseguimos será un fracaso porque o se “tiene” o “no se tiene”, o se “es” o “no se es”. Así de tajante son los ideales. Y si un ideal se nos presenta como imperativo, nos obligamos porque “así es como debe ser”. Esto significa que, en realidad, no es un deseo marcado por nosotros mismos y probablemente no estaremos satisfechos.

 

      Ya vamos viendo que el problema está en el “tener o deber”… pero la cuestión está en el deseo propio. ¿Por qué sino si mi propósito era bajar de peso y lo he conseguido sigo sintiéndome triste o con desazón? Quizá porque realmente lo que deseabas era otra cosa.

 

    El fin de año significa que algo ha terminado y una forma de poder procesar que "lo que fue ya no será" es poniéndonos nuevas metas que cumplir. Pero recuerda, primero pregúntate por tu deseo.